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¿Ganar perdiendo? 
Adendum no solicitado al escrito de Carlos Raúl Hernández:
 
"Derrota Electoral, Victoria Política"


"Entonces… ¿Habiendo perdido, ganamos algo?" 


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Tenía pensado comentar sobre la situación que se observa post resultados del referendo del 15F, según mi criterio; pero Carlos Raúl Hernández ha hecho un magistral comentario que recoge casi todo cuanto hay que decir al respecto. 

He aquí su escrito:
 

Cita:
DERROTA ELECTORAL, VICTORIA POLITICA


CARLOS RAUL HERNANDEZ
 

Fausto miraba babeado en el espejo mágico a una mujer de sensualidad y belleza brutales. Detrás de él, Mefistófeles se reía socarrón. El viejo veía las proyecciones de su propia mente, lo que quería ver. Por aquí entre los escombros del abstencionismo militante y el antipartidismo, dos caras de la misma monada, comienzan a descubrir las fechorías de unos partidos que “se escondieron”, “no dieron la cara” y “dejaron solos” a los estudiantes en la consulta del 15 de febrero. Eran los mismos que hace sólo unos años los acusaban de “colonizar la sociedad civil”, “usurpar los espacios ciudadanos” y apropiarse de las organizaciones comunitarias. No dejará de encontrarse algún zahorí que considere que no se debió concurrir al proceso refrendario a hacerle el juego al enemigo, exhibiendo así una inteligencia política que ni Maquiavelo. Se trata de manías irremediables que pondrían en apuros a los mejores siquiatras. Otros, astutos, mefistofélicos ellos mismos –pero de esos que se ahorcan poniéndose la corbata-, comienzan a soplarle a los líderes emergentes (Ledezma, Ocaríz, Capriles, Pérez Vivas, Borges, Salas, López) en el oído “lánzate ya”, “coge la delantera” con lo que estos promisorios ciudadanos correrían el riesgo de ser out en tercera si los agarran movidos de la base. Otros están hartos de la alianza unitaria, consecuencia de los reales y supuestos errores que respectivamente se cometieron o se cometen. El general aquel de los Ray-Ban dijo que no hay sustituto para la victoria y eso parece ser cierto en abstracto, ya que hay derrotas exitosas y victorias fracasadas -Pirro dixit. Las fuerzas democráticas tuvieron una victoria política en medio de una derrota electoral, si se nos permite apelar a la dialéctica en nuestro auxilio. Un paso en falso –de esos que tanto hemos dado- por apresuramiento, piquiña o simple impericia, podría producir una reacción en cadena que ponga en riesgo todo lo logrado hasta ahora. Este es el momento de cuidar al máximo la unidad democrática, mantener enjauladas ambiciones que si se desbordan pasan a ser ridículas, además de suicidas (tengo por lo menos cuatro o cinco amigos que de haber tenido el timing necesario, hubieran llegado al cielo). Este es un momento colectivo. La elección de gobernadores y alcaldes perteneció a los partidos, el referéndum fue de los estudiantes y vienen las elecciones de concejales este año y de Asamblea Nacional el próximo, que serán también de los partidos. Ojalá lo hagan mejor que el 2008. Ya llegará el momento individual de los líderes, las precandidaturas presidenciales y a él hay que arribar con la más profunda disposición de jugar para ganar y no sólo para recibir masajes de ego.




Sin embargo, hay un detalle dentro de los referidos en el magnífico y concreto desarrollo de Carlos Raúl que quiero comentar. No porque piense que él tenga o haya señalado una posición distinta a la que expresaré, nada de eso. Sino que en la brillante concisión de su escrito, puede que quede al desgaire para un(a) lector(a) algo apurado(a) un pequeño pero importantísimo aspecto, a lo que podría contribuir el título de la Nota:“Derrota electoral, victoria política”

Por lo tanto, me limitaré a comentar sobre eso, sin contar yo -lamentablemente- con la extraordinaria capacidad de síntesis que él tiene. 

Mi razonamiento lo haré en dos (2) vertientes. La anotada sobre los potenciales aspirantes a la candidatura presidencial y otra, creo que más importante, colectiva, aplicable a todos nosotros. 

Asimismo, verán que hago más de una aclaratoria. Espero no aburrirlos demasiado, pero en este caso y tema, prefiero redundar a ser malinterpretado. Veamos: 


1.- Perdiendo ¿se gana? 

En principio y rotundamente, nunca he creído en que “perdiendo, se gana”.

Hace ya casi treinta (30) años, un amigo desoyó nuestro consejo de esperar. Un reputadísimo -con toda razón, es una autoridad indiscutible en el área- politólogo, cuyo nombre no viene al caso, en reunión que sosteníamos sobre el particular, lo convenció precisamente con esa frase: “Políticamente, en este caso, perdiendo… se gana”. 

La idea era “posicionarse”, dejarse ver, “pescuecear”, que si la “cosa” no se daba, quedaba en el umbral para la siguiente oportunidad. 

Simplemente no hubo la siguiente oportunidad: perdió a destiempo y de ahí en adelante la alfombra siempre fue movediza bajo sus pies y sobraron los brazos de voluntarios para halarla. En aquélla pérdida se hundieron años de trabajo de un formidable equipo; un proyecto de cohesión e inclusión social y trabajo político como no he tenido el privilegio de volver a ver desde entonces y quintales de talento que tenía mi amigo, mi hermano. Hoy ya no está con nosotros. 


A otro amigo, otro hermano, corrido el tiempo, frente a una situación similar pero de mayor importancia, le comenté que lo único que le podría impedir llegar, era pretender adelantarse a llegar. Compartió mi criterio, me consta. Pero actuando supuestamente en su nombre, surgieron los infaltables"espontáneos" que se adelantaron, que le andaban “cuadrando” la “cosa”. Se repitió la historia. Afortunadamente, aunque lejos, aún conservo a este hermano y aún tiene mucho talento y vida que aportarle al país. 

Hay otros ejemplos más conocidos, así que no insistiré en ejemplificar. 

Esto es válido para los estimados amigos que surgen como “candidateables”y estoy seguro que ellos lo saben. 

Más allá y por encima de las naturales carantoñas al ego que les puedan hacer gente cercana de buena fe y gente que hace sus cálculos, también de buena fe (a los otros, los de mala fe y los oportunistas, ni sería necesario nombrarlos, claro que también andan masajeando egos, ése es siempre el nombre de su juego); repito, por encima de eso está la responsabilidad individual y el olfato político que -naturalmente- poseen. 

Seguro que saben, por evidente, que para cada uno de ellos el peor favor a sus legítimas aspiraciones que puedan hacerse ellos mismos o hacerles otro, es adelantar la “partida” de la carrera candidatural. 

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2.- Pero… ¡siempre hay un pero! 

Ahora bien, a pesar de que nunca he creído en lo de “perdiendo, se gana”(y sigo en las mismas) hay sin embargo, en Venezuela, un ejemplo de lo contrario. 

Hubo alguien que perdió y eso le permitió, con el tiempo, ganar (hay también ejemplos de tozudez e insistencia que a la postre terminaron exitosas… pero, ése es otro caso, aunque bien valga la pena recordarlo). 

Como ésta no es la situación de ninguno de los “candidateables”, es obvio que me referiré ahora a la segunda vertiente anotada: la nuestra como colectivo

Y, creo que también resultará obvio que me estoy refiriendo estrictamente a los mecanismos de acceso al Poder y no al contenido de la ejecutoria de alguien en particular, una vez alcanzado aquél; sobre la cual cada quien es dueño de tener su propia opinión, como yo tengo la mía. Advertencia que pareciera inútil e innecesaria, pero que seguro estoy que es prudente hacerla. 


Nuestro caso es, entonces, el del Dr. Jaime Lusinchi

En 1977-78, era evidente lo poderoso de la opción interna de Luis Piñerúa Ordaz como precandidato de AD, contando con el apoyo -nada menos- de Rómulo Betancourt. 

Internamente las aguas se encontraban -como casi siempre en AD- movidas, procelosas. El fundador y su pupilo no tenían las relaciones en su mejor momento y si bien éste gozaba de popularidad, su gobierno había sido duramente cuestionado en lo ético, lo que -entre otras cosas- erizó la irritación del fundador, famoso por su temple. Y el pupilo no se distinguía tampoco por pusilánime ni falto de firmeza. 

En la acera de enfrente, por tanto, era difícil decidir quién haría de contraparte de Luis Piñerúa en la pre-campaña. Todos sabían que era cuesta arriba ganar la nominación interna. El riesgo de “quemarse” extremaba la prudencia. Mucho más tratándose de una evaluación referida al interior de AD, donde se tenía la convicción de que no había contrincante más temible para los adecos, que los mismos adecos adversarios en la campaña interna


Jaime Lusinchi se decidió e hizo una intensa y ardua campaña por todo el país. 

Y, previsiblemente, perdió


Como es fácil imaginar: el perdedor a lamer las heridas y el ganador a la palestra. Acaba de recordarnos públicamente Henry Ramos Allup la tradición adeca al respecto. 

Pero, a Luis Piñerúa le tocó capitanear un tiempo borrascoso. 

Según he conocido, el famoso asesor Joe Napolitan le comentó a mediados del año electoral: 

“Ud está arriba en las encuestas, pero lo más seguro es que pierda… su única posibilidad es que no surja nada fuera de lo normal, nada que conmueva a la opinión pública, ningún escándalo; y aún así lo tiene difícil”. 

De acuerdo con quien me relatara la anécdota, Luis Piñerúa se encrespó, desdeñando irascible la opinión del asesor. Total, estaba arriba en las encuestas. 

Un cuadro de falta de cohesión interna, el Grupo Gato del Cuerpo Técnico de Policía Judicial y un accidente aéreo le dieron la razón a Napolitan y Luis Herrera Campíns fue electo Presidente de la República en Diciembre de 1978. 

Y sobrevino la travesía por el desierto. No sólo fue la entrega del Poder sino que el Presidente Herrera, en la primera escaramuza sobre la regla no escrita para la conformación de las Directivas del Congreso, manifestó públicamente que él iba a demostrar que en Venezuela se podía gobernar sin los adecos. Y puso todo su empeño en cumplir su palabra. 


Piñerúa ya no era el capitán, la crisis que no pudo manejar lo inhabilitó para conducir, al menos en ese momento, a la organización. El CEN de AD, a instancias de Betancourt, acordó el inicio de un proceso de recontacto intenso con la base y de capacitación de los dirigentes a todo nivel. 

Con ese fin, se encargó a Enrique Tejera París la creación y funcionamiento de una Fundación destinada exclusivamente a los Estudios Políticos, la cual inicia sus acciones en el mismo año 1979, con un proyecto de Edgar Rodríguez Zambrano, probado por la Directiva de la Fundación con estudiantes universitarios, fundamentalmente de la USB, pero con asistencia de la UCV; y con dirigentes de base de La Pastora y Catia en Caracas, como experiencias pilotos; y extendido luego de aprobado a todos los sectores y toda la geografía del país. 

Y, Jaime Lusinchi, aplicando la táctica del ascenso incremental, estaba allí cuando los adecos se encontraban con que su dirigencia no había obtenido los resultados esperados. 

No estuvo, ciertamente, en actitud contemplativa: bregó y consiguió ser Secretario General Nacional del partido. No candidato, eso desde luego ni se discutía en ese momento; era muy pronto y hacer un planteamiento así hubiese sido ridículo. Primero, la Secretaria General. 

Hago un paréntesis para aclarar que la similitud respecto de la dirigencia que no cumplió, no la estoy haciendo hacia lo interno de la Oposición, sino viendo al país. Quiero hacer un paralelismo de la situación con Chávez y su combo y que me perdone Don Luis Piñerúa y su memoria, excusa extensiva a sus deudos. Aclaratoria que hago no por rehuir criticar (ése de no rehuir la crítica es -más bien- uno de mis más conocidos defectos; y críticas tengo, a no dudar) sino que simplemente no estoy hablando de eso. 

Así pues, Lusinchi se dedicó a incrementar su fortaleza, a construir una posición de Poder. De a poco

Siendo Secretario General, y ya como producto de lo anotado, obtuvo la “buena pro” del entonces robusto y poderoso músculo del Buró Sindical de AD. 

Llegado el momento, se hizo un acuerdo: nada de candidaturas adelantadas. Lusinchi lo cumplió… los otros no. A poco de eso y ya lanzadas las candidaturas de sus contrincantes, anunció la suya. Nadie pudo reclamárselo. Su frase fue: 

“Quedamos en vernos a la orilla del río, pero que no nos bañaríamos en él. Cuando llegué a la cita, me encontré que estaban todos en el agua y en traje de baño. No me quedó más remedio que zambullirme con todo y ropa”.

Entre los bañistas hasta alguno había que no estuvo dispuesto a enfrentar a Piñerúa unos años antes. Pero ya era tarde, Lusinchi se había agenciado el suficiente empuje para ser el designado. Poco a poco, incrementalmente. 

Con seguridad, en otras circunstancias, su propia aspiración habría debido declinarla frente a la de otros integrantes del mismo equipo al que pertenecía cinco (5) años antes. Ellos estaban en aquél momento mejor“rankeados”

En otras palabras, pudo ser el abanderado porque había perdido la candidatura con quien también resultó finalmente perdedor; frente a quien habiéndosele dado la responsabilidad,"por re o por fa"no entregó buenos resultados de su encomienda

Lusinchi contó, además y una vez candidato, con todo el esfuerzo acumulado por la propia organización en ejecución de las decisiones del CEN que antes comentara. Asimismo, su elección no resultó lo traumática a lo interno que lo fue la contienda anterior. 

Y fue electo Presidente de la República por una abrumadora mayoría, cinco años después de su derrota como precandidato. 

No escapará al (la) lector(a) que el proceso descrito no fue tan idílico como resulta leerlo en un resumen de dos (2) cuartillas y que estuvo lleno de escaramuzas, zancadillas, pleitos, caídas y recuperaciones, etc.… Todo lo imaginable, cuente con que ocurrió. Pero nos interesa el proceso y no la anécdota. 

¿Que ganó Lusinchi perdiendo? 

Sólo la oportunidad de ganar la próxima vez. 

Las circunstancias y su tesón lo lograron. 

Las tareas de movilización y capacitación intensas impulsadas por la organización partidista, la pérdida de Piñerúa y el Gobierno de Herrera, el viernes negro, la discusión interna en Copei (que es otro buen cuento), fueron todas circunstancias que lo favorecieron en el sentido que estamos hablando. 

Pero su clave estuvo en el acopio incremental de apoyos y la capacidad de sortear los obstáculos y aprovechar las oportunidades. 


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El 15F, perdimos

Es necesario analizar los números (al respecto comentaré en próxima ocasión); pero, por de pronto, está de bulto que no es posible ocultar que hubo un crecimiento en nuestra votación, por encima del ventajismo, el chantaje, la manipulación del propio acto electoral, del registro electoral permanente, etc. Como tampoco es posible ocultar un incremento en la votación del (des)gobierno, en un escenario electoral sui generis, donde las opciones eran tan definitivas y definitorias para la Democracia. 

Entonces, creo que es bueno que nos digamos a nosotros mismos: perdimos

Y las circunstancias no son ni de lejos las mismas dentro de las cuales ocurrieron las cosas aquí narradas, son mucho más duras y difíciles. Eso lo sabemos todos

Entonces… ¿Habiendo perdido, ganamos algo? 

Pues… Sólo la oportunidad de ganar la próxima vez. 

Por duro que pueda llegar a ser, es nuestra obligación intentarlo y lograrlo. No hay tiempo ni lugar para la claudicación, para la rendición. Sólo tenemos la opción de seguir luchando


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Ojalá que las anteriores líneas más que una especie de cuaderno de bitácora resumido, sirvan -quizás- como una rudimentaria aproximación a una hoja de ruta. 

Ya en un comentario sobre el escenario de ganar el SI, afirmé:
 

Cita:
“En los predios de la oposición se generaría una depresión colectiva inicial, cuyo manejo podría indistintamente y según la percepción de la situación política que prevalezca, derivar, frente a la campaña electoral continuada que se presentaría, en una suicida dispersión de esfuerzos, en un “sálvese quien pueda” que terminaría NO salvando a nadie. O, por el contrario, en una valoración aún mayor de la necesidad de unirse, vista la experiencia de las Gobernaciones perdidas justamente por NO hacer eso en las más recientes elecciones y los resultados que en esta hipótesis arrojaría el referendo.”




¿Nos ganamos la oportunidad de ganar la próxima vez? 

La respuesta la tenemos todos y cada uno de nosotros. 



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