"...es insólito que quienes ríen a mandíbula batiente y aplauden a rabiar todos los desmanes y excesos de Chávez, ahora se sientan ofendidos por una pita en un estadio".
Es noticia de los medios internacionales las ruidosas pitas que el público venezolano asistente a los juegos del Mundial de Béisbol le ha venido propinando al jugador Maglio Ordónez, quien ha llegado a ser champion bate de la Major League Baseball. Muchos extranjeros no se explican qué es lo que ocurre, ni cómo es posible esa reacción frente a un nacional en una justa deportiva; mucho más tratándose de alguien con el suficiente mérito deportivo como para no ser objeto de tal repudio.
La razón de esta reacción es mucho más profunda que la simplista de que se trata de un revanchismo por ser Ordóñez partidario de Hugo Chávez y es conocida por todos los venezolanos, pero quizás sea necesario explicarla a los extranjeros.
Ordóñez es el ejemplo perfecto del sueño de todo inmigrante a EEUU. A fuerza de talento y esfuerzo propios se conquistó un lugar de respeto en la práctica de este deporte y con ello, se abrió el acceso a ingentes cantidades de dinero para remunerar su desempeño en cada temporada. Tanto por jugar, propiamente dicho, como por convertirse en “imagen” para promocionar marcas y productos de la “sociedad de consumo”.
Por comprensibles razones de trabajo, su familia vive en EEUU dentro de las condiciones que el dinero mencionado puede agenciar en aquél país; desde excelentes colegios para sus hijos hasta seguridad personal, pasando por todos los gratos momentos “pricelesss” que el dinero no puede comprar, y que se disfrutan mejor cuando cuentas con una potente Cuenta Corriente y una fortalecida Tarjeta de Crédito para todo lo demás.
Hasta este punto, todo absolutamente normal. De hecho, no es Ordóñez ni el único, ni el primero, ni será el último venezolano que ha logrado tales cosas a través de la práctica del Béisbol en la llamada Gran Carpa. Todos sin excepción han sido objeto del apoyo entusiasta y cariñoso de un pueblo que -hasta los días que corren- presta mucha más atención al hecho de que con sus “hazañas deportivas” dejan en alto el nombre del país, que a los números de los dólares que ganan (y, aún, cuando se fijan en esto, es para sentirse congratulados por lo bien que le va al paisano).
Pero hete aquí que desde hace diez (10) años se instaló en Venezuela un discurso político deliberadamente atosigante y permanente de división de la sociedad y de descalificación intensa hacia quienes algo tienen.
Discurso hipócrita, como siempre en el comunismo, que puede convivir solazadamente y sin ningún problema ni cargo de conciencia con el lujo y el confort, mientras sea el propio; como ejemplifican los numerosos casos de fortunas inmensas recién hechas al amparo del despilfarro y la corrupción con los recursos públicos, así como las conocidas manifestaciones de ostentación del propio Hugo Chávez y su familia más cercana. Pero que no lo perdona en la casa del vecino.
“Ser rico es malo” es una frase repetida y ya famosa de Hugo Chávez, aderezada alguna que otra vez con la amenaza de que a una orden suya “no quedaría piedra sobre piedra en el Este de Caracas”, que es la zona donde habita mayoritariamente la clase media y también la clase más pudiente de la ciudad. Con motivo de las últimas elecciones regionales y locales, Chávez llegó al extremo de tratar de caricaturizar a la población de un sector del Este (“Petare”) donde se asienta talvez la mayor cantidad de pobres en Venezuela, diciendo que allí la elección la habían decidido los “ricos” que mayoritariamente se la pasaban en los lujosos “restaurantes”, “clubes”, “campos de golf” y “piscinas” de ese Municipio. Reacción provocada porque en Petare ganó la Oposición.
El otro “lema” de Chávez ha sido el anti-americanismo como elemento de construcción de un enemigo externo. EEUU, en palabras de Chávez, es un “Imperio” que requiere ser derrocado y que se cierne amenazante sobre Venezuela, al punto de que en cualquier momento puede invadirnos. A sus opositores los ridiculiza con la palabra “pitiyanki” (neologismo proveniente del fráncés “petit” y la palabra yanki) haciendo ver que son la “quinta columna” que el “Imperio” tiene dentro de las fronteras venezolanas. Estar con él es ser patriota, no estar con él es ser apátrida. No importa que todo este tiempo haya vendido puntualmente petróleo a EEUU, petróleo que si fuese cierto su cuento chino, sería usado justamente y nada menos que para que “la planta insolente del extranjero” llegue a hollar “el suelo sagrado de la Patria”; como grandilocuentemente dijo Cipriano Castro, dictador venezolano de principios del siglo XX y que es -confesadamente- uno de sus ídolos.
Con este repiqueteo constante por espacio de diez (10) largos años (son incalculables las horas que Chávez dedica semanalmente a la difusión de ambos mensajes; tanto en cadenas -transmisiones forzosas- de radio y televisión, como a través de la programación regular de una red de 4 o 5 canales nacionales de televisión y un inmenso número de estaciones de radio; además de la publicidad), se ha insistido en tratar de estigmatizar, satanizar, la capacidad de creación de riqueza en manos de los particulares y de crear un clima favorable a la destrucción del derecho a la propiedad privada de los medios de producción, siendo hoy éste un derecho de tal precariedad y fragilidad que un Ministro es capaz de amenazar públicamente a un representante gremial -de los ganaderos- con que si “se pone cómico” (se refería a si insistía en sus denuncias) sus propias tierras y explotación ganadera serían expropiadas. Expropiación que no es tal, se trata de mera ocupación por la fuerza sobre tales bienes. No se hace a través de la prosecución de un juicio, en razón de una utilidad social y mediante el pago de un precio justo, sino por decisión del Ejecutivo, inmediatamente y de forma tan caprichosa como las palabras del Ministro denotan. Y que el afectado se siente a esperar el pago de su indemnización, la cual ahora expresamente se amenaza que de darse, cuando se de, sería consistente en Bonos Públicos que hoy valen muy poco.
Por otro lado, el (des)gobierno maquilla las cifras estadísticas a su antojo, incluyendo -por ejemplo- en las cifras de empleo a quienes se desempeñan en la economía informal y quienes se encuentran inscritos en alguna “misión” (programas sociales) y que perciben mensualmente una fracción del salario mínimo legal establecido (cuando la canasta alimentaria es de tres veces esa cantidad). Estamos hablando fácilmente del 50% de la población económicamente activa; y, además, de una población que antes no se computaba como parte del empleo. Así, cualquiera que vea la “evolución” de las cifras pensaría que es casi mágica la “importante” reducción del desempleo durante la pésima gestión de Chávez y su combo. Quienes no la ven son los venezolanos que no estudian las cifras estadísticas sino que padecen la situación económica.
Pero, además, el (des)gobierno ha recibido, según reputados economistas, durante estos diez (10) años, un ingreso de casi 900 mil millones de dólares, el mayor de toda nuestra historia, sin que ninguno de nuestros problemas se haya resuelto sino que por el contrario se han agravado, a despecho de lo que dicen las cifras maquilladas, siendo la inseguridad personal el más grave (150.000 muertos, aproximadamente, durante estos diez (10) años; y creciendo) pero no el único. A eso se puede sumar la situación de millones de familias sin hogar, exhibiendo el (des)gobierno el discutible mérito de ser el de peor y mas escaso record de construcción de vivienda en los últimos cincuenta (50) años.
Con este telón de fondo, Chávez convocó un referendo sobre la posibilidad de reelección indefinida y perpetua de todos los cargos de elección popular. Para ello se violentaron flagrantemente expresas normas constitucionales y legales; y la propia voluntad popular que un (1) año antes había decidido que NO frente a la misma propuesta con respecto a la Presidencia de la República.
En lo que conocerá la historia como el abuso más grande de utilización de recursos públicos y de lenidad institucional, se llevó a cabo impunemente una campaña igualmente violatoria de la Constitución y las Leyes a favor de la propuesta de Chávez, cuyos más indignos métodos incluyeron el desenfadado y abierto chantaje a la población que se encuentra empleada en la Administración Pública o inscrita en las mencionadas “misiones”, mediante la amenaza descarada de perder el empleo o la remuneración, según el caso, de no votar a favor de la propuesta.
Y Maglio Ordóñez -entre otros- fue imagen de esa campaña; así como lo ha sido para productos de un grupo empresarial que ha sido insistentemente acosado y amenazado en los últimos días por el propio Presidente.
Como se puede advertir inmediatamente, la vida personal de Ordóñez contradice en forma absoluta los postulados atrabiliarios y arbitrarios de Chávez antes mencionados: no sólo ostenta la buena vida que su trabajo le ha granjeado honestamente, sino que esa buena vida discurre en el odiado “Imperio”, cuna de la indignidad. (No nos hacemos eco, por no constarnos, de la aseveración de que mantiene negocios millonarios con un Gobernador de Estado, del cual fungiría, incluso, como testaferro).
De esta forma, la rechifla de los venezolanos no es hacia Maglio Ordóñez. Es hacia el doble discurso, la doble moral. El ridiculizar y estigmatizar a un sector de la población, insistentemente, por años, mientras se hace exactamente lo contrario de aquello en lo que se dice creer.
Maglio Ordóñez tiene todo el derecho del mundo de expresar sus opiniones. Los venezolanos que acuden al estadio, también.
Pero, lo grave es que entre pitas, pitos y flautas, los venezolanos de hoy que vivimos en Venezuela, no estamos seguros de cuánto tiempo más también lo tendremos, junto con todos los otros derechos de una sociedad democrática y civilizada; entre ellos el de la creación de condiciones de vida dignas por el esfuerzo propio dedicándose cada quien a la actividad económica lícita de su preferencia y el de propiedad privada. Luchar por su rescate y consolidación, pasa también por la manifestación pública de descontento que hacen los venezolanos de Miami y Toronto.
Nadie, en este lado de la acera, quiere una sociedad dividida; ésa ha sido una explícita meta del chavismo. Pero es insólito que quienes ríen a mandíbula batiente y aplauden a rabiar todos los desmanes y excesos de Chávez, ahora se sientan ofendidos por una pita en un estadio.
El día que públicamente se manifiesten en contra de epítetos tan ofensivos como “escuálidos”, “apátridas”, “pitiyankis”, “lacayos del imperio”, “quinta columna”, etc., y repudien su utilización por parte de Chávez; ese día serán repudiables las pitas a cualquiera.
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