Abundan los análisis tempraneros sobre las causas de la
derrota electoral en las elecciones presidenciales, e incluso quien afirma que
no es tal derrota con base en veraces e interesantes argumentos. Afirman éstos que
la constatación de un avance innegable en el respaldo electoral a la
Alternativa Democrática puede entenderse como una victoria política, a pesar
del revés comicial. Variopinta es la gama de razones que he leído y concuerdo
con muchas de ellas, pero creo que es necesario ir un poco más allá. Junto con
expresar algunas de las que creo son las causas, quisiera comentar sobre lo que
creo que debe corregirse.
1) ¿Perdimos?
¿Ganamos?
Lo primero y más saludable no sólo para el análisis, sino
también para el escenario que se abre a partir de hoy, es aceptar que perdimos. No hay tal cosa como una derrota-ganancia; y mucho menos en el
contexto de la Venezuela de hoy. Las consecuencias
jurídico-político-institucionales de lo que acaba de acontecer no permiten
hacer una disección entre el evidente avance en el respaldo popular y la
realidad de la nueva proclamación de Chávez. Por supuesto, una aproximación que
no tome en cuenta el crecimiento electoral, será siempre incompleta; pero creo
que es importante que simplemente encaremos el real escenario que se nos abre
ahora. Por otro lado, cuando regrese la
calma, ausente en la mente de algunos en estas primeras horas, es necesario que
todos veamos la realidad y la asumamos. Y la realidad es que: per-di-mos.
¿Eso hace a Chávez un demócrata? ¿Valida al régimen la
Alternativa Democrática, al reconocer que sacó más votos que ella? ¿Por qué?
Sin duda la votación legitima su permanencia en la presidencia, pero todos
sabemos también que para que se considere como tal una democracia es necesaria
la legitimidad de desempeño que, hasta ahora, no ha distinguido a su gobierno.
¿Cambiará? Ojalá, pero hasta allá no llega mi optimismo. Sin embargo, ése no es
verdaderamente el punto que definiría la actuación de la Alternativa
Democrática.
El argumento principal en este aspecto es que la decisión
que tome Chávez a futuro respecto de su nuevo triunfo, ya sea insistir en la
conculcación del Estado de Derecho en flagrante violación de la Constitución,
las leyes y los derechos fundamentales de los ciudadanos que lo ha caracterizado
en estos largos 14 años, ya sea rectificar y asumir la conducta del gobierno
que dirige y de las demás Instituciones del Estado que inconstitucionalmente se
le subordinan, dentro de los cauces del derecho y la democracia, en cualquiera
de los dos casos, ésa es una decisión
suya. En ella no interviene la Alternativa Democrática; la cual, para hacer
honor al apelativo, sí está obligada a
actuar democráticamente.
No estoy haciendo un parangón, pero sí recuerdo a los que
sostienen esta tesis que Hitler o Mussolini gozaron en su momento de amplio y
activo respaldo de sus respectivos pueblos. A nadie se le ocurriría decir que
por ello fueron democráticos. Con lo cual, el hecho de reconocer el triunfo de
Chávez no avala para nada su conducta y, por el contrario, sí define en sus
justos términos la manera de entender la política de quienes lo adversamos:
democráticamente.
Ahora bien, se supone que la actitud más madura, una vez
asumida la realidad de la pérdida, es ubicar sus causas para no insistir en las fallas y para remodelar nuestra
oferta alternativa frente a las que entre ellas no dependieron de nuestra
propia actuación...con miras al próximo
round. No puede ser para rendirse.
Vamos a estar claros, no hay, no puede haber, un solo
votante por la Alternativa Democrática el pasado domingo 7O, que no percibiera
desde muchísimo antes de esa fecha el ventajismo oficial. Uno solo que
desconociera la falta de andamiaje institucional mínimo para una contienda
transparente en el sentido de proveer condiciones de relativa igualdad. Uno
solo que, entre otras muchísimas cosas justamente por ello, no tenga una visión
crítica sobre la gestión de 14 años de gobierno. Así que insistir en el punto
como base del análisis tiene sus bemoles. Nadie puede darse por sorprendido. Lo
sabíamos y decidimos competir; y, desde mi punto de vista, es (no fue, es) una
razonable y realista decisión que es necesario macerar y reforzar.
Una vertiente distinta de actuación sería el abandono,
tan criticado en el pasado reciente por muchos críticos de la participación hoy
día. Porque otras opciones más “radicales” no tienen, hasta donde llegan mis
conocimientos, la más mínima posibilidad de éxito y es sano que no la tengan.
Así pues, el sentimiento de duelo es legítimo y natural. Lo
que hagamos cuando nos recuperemos de él definirá si dejamos el campo libre o
seguiremos resistiendo. Por lugar común que sea, valga recordar las palabras de
Brecht:
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht
Hoy Venezuela necesita de los imprescindibles. Y,
afortunadamente, los tiene a montones.
2) ¿A quién se le ocurre que hayan podido votar
por Chávez con este desastre de servicios públicos?
Según le oí a J.V. Carrasquero, un grupo de técnicos se encuentra realizando un trabajo de cruce de
los resultados electorales por zonas geográficas, con las áreas de mayor recurrencia
de las carencias y falencias más críticas e irritantes de los servicios
públicos, y en él se atisba –no han terminado el estudio- una correlación directa entre
ambas variables (lo que, huelga decir, es de lo más natural): donde hay
“alumbrones” y demás calamidades de la falta de eficacia de este gobierno, ganamos o crecimos significativamente.
Por lo tanto, no tiene asidero empírico alguno concluir que
los poco más de 8 mm de votos que obtuvo Chávez provienen de gente a quienes “les gusta vivir en condiciones precarias”.
Por el contrario, es importante visualizar bien dónde se concentra la votación
de cada una de las partes en liza para poder sacar las conclusiones del caso.
Otra cosa es irresponsable hasta como catarsis.
Eso me lleva al siguiente punto.
3) Nuestro propio
discurso
Nuestro propio discurso –y no me refiero aún a la campaña y
sus actores principales, incluido el candidato; ello lo abordaré después en este orden: primero éste y su campaña y luego la campaña en sí misma- no
pocas veces es de reforzamiento de los argumentos de Chávez y sus seguidores en
dos sentidos distintos:
a) Compramos sin mayor espíritu crítico cuanto disparate nos
"vende" el gobierno y lo
incorporamos a nuestro propio pensamiento. Reiteradamente reproducimos su
propia versión de la historia, asumiéndola como verdadera. Quizás entre los más
jóvenes ello ocurre por no tener a mano la otra versión, lo que es
responsabilidad de la dirigencia política; una de sus fallas más notables.
Pero, también ocurre que una fracción de esa misma dirigencia más bien propicia esa falaz historia
novelada, sacando cuentas de gran capitán, irreales y perniciosas en
nuestra situación actual. En todo caso, es parte de nuestra labor ciudadana
desenmascarar los "tópicos"
o "clichés" de la versión
chavista de la historia, que a fuerza de ser repetidos copan nuestro propio
imaginario.
Por ejemplo, un análisis objetivo y serio sobre los
resultados electorales que acabo de leer (esta vez, no importa realmente dónde;
no trato de desvirtuarlo sino de apoyarme en él para graficar mi punto, voy a
insistir: es un análisis objetivo y serio), para evidenciar que el gobierno ha
tenido una ejecutoria tangible en lo social, refiere que bajo la presidencia de
Chávez la UNESCO certificó la erradicación del analfabetismo en Venezuela. Es
verdad. Y sobre el punto el gobierno ha formado una alharaca extraordinaria por
tan importante logro.
Sin embargo, según las cifras
oficiales del Censo 2011, en
1990 el alfabetismo en Venezuela era de 90,7 %; en la siguiente medición, año
2001 (apenas a 2 años de asumir Chávez y antes de las “misiones”; vale decir,
midiendo la variación acumulada desde 1990 hasta entonces, lo que obviamente no le es atribuible de ningún modo a Chávez), fue
de 93,6 %; es decir, 3,6 % mayor, incluyendo el crecimiento de la población.
Pues bien, en la medición del Censo 2011, (previas
“misiones”, certificación de UNESCO y alharaca mediática), el alfabetismo en
Venezuela es del 95,1 %; esto es, 1,5 % mayor que en 2001, incluyendo el
aumento de la población.
En otras palabras, el grupo gobernante presenta –según sus
propias cifras- menos de la mitad de
eficacia en la erradicación del analfabetismo que en los 10 años previos a su
arribo al poder (u 8, para los rigoristas), aún contando con las ventajas
de:
i) Partir tal política pública desde la base de una
población prácticamente alfabetizada por completo, lo que incide positivamente
en el logro de la meta, tanto en logística como en recurso humano a utilizar; y
ii) La ingente cantidad de dólares que han entrado al erario
público, muy por encima de los recibidos por los gobiernos anteriores.
Pero, además, en 1961,
la cifra de alfabetismo era de 65,2 %. Así que el salto de casi 30 % de avance en esta materia desde
1961, incluido el aumento de la población, se logró gracias a la vituperada
democracia, cuyos últimos 20 años fueron de penurias económicas por baja de los
precios del petróleo; mientras que con
apenas 1,5 % de avance en sus 14
años, Chávez se erige en el “papá de
los helados” en el tema y todos lo compramos.
Es así ungido, con nuestra aquiescencia u omisión, con la
categoría de Adán: “antes de mí nada
bueno, todo lo presentable se debe a mí; llegué al poder y la vida se hizo”.
Ahora bien, que Hugo Chávez y su gente hagan esto, es
absolutamente lógico. Ya no lo es tanto el que sea actitud de quienes no son
partidarios suyos.
Pero el punto que quiero resaltar es: Si esto ocurre dentro
del universo de venezolanos que adversamos al gobierno y, por tanto,
compartimos la visión crítica a que antes me referí ¿por qué no habrían de creerlo quienes lo apoyan?
Son incontables las veces en que tratando este tema en estos
años he referido que el mismísimo Nicolás Maquiavelo recomendaba prudencia al
príncipe que conquistara una ciudad que hubiese conocido la libertad, puesto
que el recuerdo del pasado, a la menor conculcación de esa libertad a los
ciudadanos, les haría rebelarse contra aquél. Experimentarían un "sentimiento de pérdida", para
decirlo con palabras actuales, que les haría actuar en consecuencia en defensa
de sus derechos perdidos. En cambio, si no fuese ése el caso, sería fácil
someterlos. Resulta obvio que lo anterior es hoy aplicable tanto a la libertad
en sí misma, como a cualquier otra esfera que forme parte de lo que llamamos
generalmente “calidad de vida”.
Hugo Chávez, con la colaboración explícita de mucho
adversario suyo, ha logrado avanzar en borrar toda posibilidad de “sentimiento de pérdida” y no hay, en
general, contrastaciones analíticas serias sobre el desastre que representa su
gobierno, respecto de nuestra propia experiencia positiva anterior, que también
la tenemos. Y aquélla, realizada en 40 años, pero en tramos individuales de 5
años cada uno, lo que obviamente comporta una diferencia en relación con el
rendimiento de las políticas públicas; y con una fracción de los recursos de
los que éste ha dispuesto en 14 años ininterrumpidos, ha sido expresa y
persistentemente borrada de la historia. Aquí debo reseñar la excepción del
buen amigo Carlos Raúl Hernández, quien además de obra escrita sobre el tema,
en muchas intervenciones públicas le he oído poner las cosas en su sitio sobre
este tema.
Así pues, bajo la interesada o inconsciente, pero siempre
perjudicial, colaboración de los propios adversarios, Hugo Chávez navega cómodo
sin comparación que lo “malponga”. Él
es el redentor. Sus desmanes son poca cosa frente al “infierno” en que vivíamos en Venezuela, lo cual reafirma de vez en
cuando entre los más necesitados, repartición de petrodólares mediante. Coja jabón pa’ que lave.
Nadie, n-a-d-i-e,
quiere una vuelta al pasado. Sus cosas positivas sirvan de ejemplo para
insistir en ellas, entre otras la democracia en sí misma; y sus muchas fallas
sirvan también de ejemplo para mejorar y no repetirlas. Pero, sin duda, a pesar
del disfraz que se ha logrado construir, Chávez no es la luz primera de todas
las cosas en Venezuela. Esta es una leyenda a desmontar; no como argumento a
ser opuesto en lo inmediato, no hay
tiempo y diciembre nos reclama, sino actitudinalmente, dentro de nosotros
mismos. Y también, por supuesto, entre sus partidarios que se creen esa coba.
Ahora bien, espero que sirva este ejemplo de nuestro propio
imaginario para acercarnos a comprender el de quienes lo apoyan. Ellos compran la
misma versión y tienen, además, otros distintos elementos de juicio sobre los
que basan su conducta electoral.
b) El otro sentido en que reforzamos los argumentos de
Chávez es actuando justo como él describe a la "oligarquía",
insultando o menospreciando a nuestros compatriotas que, en ejercicio de su
legítimo derecho, lo apoyan. Hay que persuadirlos, o si se prefiere,
"abrirles los ojos", pero no agredirlos. Nuestra tarea es entenderlos
y acercarlos.
Éste es otro de nuestros puntos a corregir: si los agredes y
los consideras poco más (o menos) que unos impresentables, mientras que por el
otro lado los manipulan en nombre del “amoooorrrr”;
aunque sea para decirles que pasen hambre pero voten por Chávez ¿por qué
estarían dispuestos a cambiar su preferencia electoral para unirse a quienes
los maltratan?
4) El candidato y su
campaña.
Formo parte de la legión de sorprendidos mucho más que
favorablemente con la "performance"
de Henrique Capriles Radonsky. No fue mi candidato para las primarias, pero
junto a la solidaridad y adhesión inmediatas, producto de ser el abanderado de
la Alternativa Democrática, se ganó mi respeto a punta de un esfuerzo titánico
y de un evidente empoderamiento progresivo respecto de sus propias
potencialidades y de su capacidad de conectar con la gente. A todos nos quedó
patente que es un hombre decente y serio. Que ama a Venezuela y que tiene una
gran vocación de servicio hacia nuestro pueblo y una inmensa capacidad de
trabajo.
Hubo, sin embargo, un error en el inicio de la campaña; no
tengo idea si excusable por falta de recursos o si partió del deliberado
propósito de “congelarlo” durante un tiempo (lo que tampoco resultaba
descabellado, por otras razones que no comentaré; hoy se puede conjeturar,
ayer, los asesores podían tener esta percepción, es cuestión de enfoque); o si existe
alguna otra causa. Lo cierto es que el arranque se demoró. No hablo, por supuesto, de la campaña oficial que tiene
fecha definida, me refiero a la movilización del candidato que empezó antes de
esa fecha oficial; y ha podido empezar aún antes.
Explicaré por qué pienso que fue un error: Una campaña
electoral, permítaseme la metáfora, es una telenovela.
Un drama (de hecho, hay teorías que toman ese nombre: “dramáticas”, para estudiarlas y explicarlas).
El momento culminante de la elección en primarias, que debió
ser catapulta inmediata para el “héroe”
de nuestra historia, avalado por la gran cantidad de votos allí obtenidos y,
por ende, entrando a la escena con paso firme y halo de vencedor en su
contienda con Chávez, recorriendo el país para reunirse con quienes
participaron en esas primarias, fue desaprovechado. La campaña se demoró un
largo mes y medio, o dos meses, en tomar cuerpo y cuando lo hizo, más que el
adversario vencedor de Hugo Chávez, Capriles se pretendió posicionar como un
reivindicador de las ofertas algo descuidadas de aquél y más de una vez, como
el adversario ganador de sus aliados.
En mi criterio, crasos errores. No lo digo ahora, lo dije en su momento.
Hoy se asegura que faltó tiempo y que las primarias debieron
ser antes. No comparto la segunda parte. Faltó tiempo por ese mes y medio, dos
meses, de espera cuya causa no sabemos y, peor, por desaprovechamiento del “timing”. Del momentum especialísimo que aquello permitía construir a poco tiempo
de las elecciones alrededor de Capriles, lo que, si se hubiera explotado, era
más bien una ventaja literalmente inconmensurable, sobre todo si tomamos en
cuenta la movilidad obligatoriamente disminuida de Chávez por la misma época y
durante toda la campaña. Cuando finalmente arrancó, Capriles ya nunca dio la
imagen del largamente vencedor de unas primarias que contaron con 3 mm de votantes,
frente a un contendiente que se eligió a sí mismo. Eso nunca formó parte de la
campaña.
Con todo, unos dos meses más tarde, la campaña dio un giro
espectacular. Capriles se convirtió en un cuestionador implacable pero
respetuoso. Inmune a las críticas y descalificaciones viles de que fue objeto.
Frente a las necesidades del pueblo, en cada localidad, se comprometió en su
satisfacción con propuestas concretas, creíbles y completas. Tuvimos un gran candidato, que mejoraba con cada
día que pasaba, pero nos faltó tiempo. Por cierto, exactamente el mismo
problema del tiempo lo tuvimos con Manuel Rosales, habiendo sido mucho mejor
estructurada y ejecutada esta campaña que acaba de terminar que la del zuliano,
quien fue el que abrió camino. Este es un punto a considerar. Mientras Hugo
Chávez vive en campaña permanente, circunscribimos a unos pocos meses la
movilización de nuestro abanderado.
Tengo que decir que da pena, por decirlo de alguna manera,
que quienes han tenido esa inmensa responsabilidad de representarnos y
apechugar con la derrota, se conviertan luego ilegítima e injustamente, en
objeto de la frustración (esta sí, legítima) que genera el haber perdido. Los
“rumores” esparcidos por vía 2.0 sobre una negociación para dejar a Chávez en
el poder, aquél, Rosales, por supuesto secuestro de sus familiares más
cercanos, la amenaza de una guerra civil y una “coima” de por medio; éste,
Capriles, sin el secuestro de familiares, ni “coima” (al menos hasta ahora) de
por medio, pero igual con amenaza de guerra civil; no son sino inventos de
gente que quiere pasar por “bien informada” o sin algo más útil a que dedicar
el tiempo libre (o peor, elaborados por los laboratorios del chavismo) y que
nos desvían del verdadero diagnóstico que debemos hacer.
Lamentablemente, tales rumores son frecuentemente aceptados
por gente de buena fe que necesita darse alguna explicación que los compense
emocionalmente.
El decurso del razonamiento implícito en la versión que esos
inventos pretenden propagar, es como sigue: "Si
ésa es la causa, entonces, hicimos todo bien, logramos nuestro objetivo, no
hubo errores, ni tenemos tarea alguna por delante: fue que nos robaron (o
negociaron) el proceso y nada podremos hacer nunca porque siempre nos lo
robarán (o negociarán). Tal vez por la misma vía de la negociación ellos dejen
el poder". Qué fallo. No sólo nos desmoviliza, sino que frente a un
adversario que se ha empeñado con bastante éxito en afianzarse en el indigno
culto a la personalidad y a entablar una comunicación mágico-religiosa con sus
partidarios; nosotros gustamos de demoler a los nuestros. Después buscamos la
excusa del fraude porque no nos explicamos qué pasó. No le demos pie a rumores.
Perdimos ésta. Sentimos rabia y frustración. Nos prepararemos mejor para ganar
la siguiente.
Hubo otros errores, en mi criterio menores: en el discurso
del candidato no había necesidad alguna de enajenarse el universo de votantes
de los familiares y allegados de los delincuentes, al dirigirse directamente a
estos últimos (“No voten por mí”). Es verdad que la inseguridad es el principal
problema de Venezuela e incidir en ello, no sólo resulta obvio en una campaña
electoral, sino que es además patriótico dada la indolencia del gobierno frente
a este flagelo. Pero llevarlo al terreno de la exclusión electoral, siendo que
evidentemente los delincuentes tienen un entorno de personas que no lo son, no
tiene ningún sentido. El librito dice que el mensaje aquí debe ser en positivo:
“haré”, “lograré”; y la confrontación es con el adversario, no con el
electorado.
Asimismo, tomando en cuenta que Chávez cerraba en Caracas
con una mega concentración; debió preverse un final, de nuevo, “dramático”, para cerrar la campaña siendo
la noticia y quitando el espacio a Chávez. Sin embargo, la lluvia y los
problemas de salud de éste hicieron que esta imprevisión prácticamente no
tuviera incidencia alguna.
5) La otra campaña.
No voy a dar mayores detalles, pero otro hándicap negativo
fue la peculiar manera de entender la “Unidad” entre los aliados. Mucha gente
habla de la MUD a la hora del balance de la campaña; olvidan la creación del “Comando Venezuela” que, a efectos
prácticos, fue quien la llevó, no la MUD. ¿Hubo exclusión? Sí, eso lo sabe
hasta el gato. En este punto valga el expreso reconocimiento a la labor de dos
personas, y en ellas a sus equipos: Kico
Bautista en su Unidad de Voluntarios, la cual se convirtió en receptora de
aportes que no tenían otra vía de expresión; y de Armando Briquet en la atención de grupos organizados e
individualidades como Jefe de Campaña.
Pero la actitud generalizada en todo el país de pretender
ser los (únicos) “muchachos de la
película”, no ayudó en nada. Algo similar, aunque más restringido, pasó en
la campaña de Rosales.
Esto hay que corregirlo; el cálculo pequeño podemos y debemos dejarlo para después. Ese
“después”, es después de diciembre y abril, en lo inmediato; pero también se
nos alargó 6 años más. La distribución de la votación entre las tarjetas que
apoyaron al candidato puede darnos una pista de lo que pide la gente: UNIDAD. En efecto, la tarjeta largamente más votada fue la de la MUD.
En este punto valga mencionar que se perdió una oportunidad
de oro para la presentación de una tarjeta única. He escrito sobre el punto en
otras oportunidades, incluso en un libro sobre participación política, y no voy
tampoco a explayarme en este aspecto. Lo cierto es que para las estadales y
municipales cambia el escenario y por la reglamentación electoral, los partidos
que no usaron su tarjeta ahora no pueden dejar de hacerlo en éstas, so riesgo
de perder la acreditación ante el CNE por no presentarse en dos elecciones
seguidas (el punto de qué entender por “elecciones nacionales” queda a criterio
del CNE, el cual lo ha variado anteriormente).
De nuevo, desafortunadamente, tendremos oportunidad de
ensayarla más adelante.
6) Respuesta tardía
El supuesto “programa
de gobierno oculto” que apareció en las últimas semanas de la campaña,
estuvo sin respuesta por unos 15 días, entre otras cosas por esa falta de
engranaje, porque me consta de la solicitud de importantes actores acerca de
que se le prestara atención.
7) Organización
Avanzamos en organización, pero distamos mucho de haber cumplido totalmente la tarea. Aquí hubo
también problemas de engranaje unitario. Particularmente importante en este
sentido es el caso de la votación del estado Miranda.
En esta materia, aprovecho para decir que el “Plan de Cohesión Milicias – Poder Popular –
Guardia del Pueblo” que anda circulando es, además de una ilegalidad
expresamente sancionada por el ordenamiento jurídico, un ejemplo de
organización para la “Operación Galope”
o traslado de los electores el día de la votación; junto con otras regorgallas
propias de los oficialistas como la "Inteligencia
y Contrainteligencia social" y un formidable ejemplo de la concepción
totalitaria del poder para el chavismo. Lo dejo hasta aquí.
Las anteriores son, en mi concepto, las cosas más
resaltantes acerca del proceso del 7O, pero sobre todo, las que deben ser
corregidas en el futuro inmediato.
Ahora bien, crecimos en 2.175.984
votos nuestra votación de 2006 (y contando, falta el voto del exterior);
mientras Hugo Chávez creció sólo en 752.976
votos. Es decir, crecimos 50,69 % de
nuestra votación de 2006; mientras Hugo Chávez apenas el 10,3 %. Perdimos, sí, pero no hay otra manera de calificar estas
cifras que no sea de auspiciosas.
Esto fue el resultado de un esfuerzo de muchos,
principalmente de Henrique Capriles Radonsky, pero también de una legión de
héroes anónimos, hombres y mujeres de todas las edades en todos los rincones de
Venezuela que dieron el todo por el todo y, finalmente, de 6.468.450 electores que abrazaron esta propuesta, a todos quienes
hago llegar una palabra de aliento y de reconocimiento.
A fin de cuentas, nos toca enfocarnos: todos queremos lo
mismo; es hora de ser tercos en el empeño de lograrlo.
Compañero,
ResponderEliminar¡Muy completo! Lo difundiré a través de las redes sociales. Muy buena la reflexión "de este lado", es decir, dejándonos una tarea a nosotros. Me ha indignado que la mayoría de análisis que he leído sobre el 7-O giran en torno a: "el chavismo hizo trampa" "el ventajismo fue espantoso" pero ¿Cuáles fueron NUESTRAS fallas? Tenemos que cambiar lo que está en nuestras manos, y este análisis es sin duda uno de los pocos que he visto a tono con dicha idea. Como ud. bien lo enfatiza, el chavismo tendrá sus fallas y sus mentiras pero no puede ser sino DEMOCRÁTICA nuestra actuación, en honor al "apellido" (y esencia) de nuestra alternativa. En fin, me gustó mucho el análisis :) Lo compartiré. Nos vemos mañana en nuestra reunión periódica de Tesis Políticas!
Gracias, Carolina. Qué bueno que te pareció interesante. Un besote.
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